lunes, 14 de septiembre de 2009

Capítulo 6 parte 2


Sorpresas



Al día siguiente, me desperté con la conciencia de que el autobús del ouran pasaría a recogerme. Y ante esa noticia me encontraba completamente aterrada.
Desde mi cama tenía una vision total y absolulamente temprana y sombría, como si desde por la mañana el día me avisara de que no iba a ser de los mejores.
Me dispuse a vestirme y arreglarme, y habiéndome quedado diez minutos parada delante de mi gigante armario de madera, totalmente indecisa, opté por un vestido ceñido a la cintura, con mangas que caían desde mis hombros hacia mis brazos y a una altura proporcional a la medida de mis rodillas.
Abrí mi zapatero y esocgí unas zandalias de color blanco con unas tiras que se cruzaban y dejaban resaltar el escaso bronceado de mi piel.
Comencé a peinar aquel estropajo que tenía por pelo e intenté parecer mínimamente decente aunque el propósito inicial haya sido "operación portada de revista de moda" que concluyó siendo un fracaso total. Quizás en aquel momento, la poca autoestima que tenía no ayudaba nada a verme mas linda ni mas hermosa. Simplemente estaba haciendo de mi... Nada especial.
Eso me entristecía, yo a mi misma me describo como alguien alegre. Alguien creativo, con ganas de aspirar a más. Sin embargo, hay días en los que uno tiene ganas de ser invisible ante el mundo entero, como si la propia existencia sea una auténtica mentira.
Después de haber procesado todos aquellos pensamientos drámaticos que me hacían sentirme en un vacío interno que me ahogaba. Decidí bajar a la cocina a desayunar. Y para mi sorpresa, papá no se hallaba allí, sin embargo mamá se encontraba preparando tostadas con mermelada de fresas.
- Buenos días, mamá - y le di un beso tierno en la mejilla
- Buenos días, cariño. ¿Has dormido bien? - preguntó algo sorprendida por mi temprana presencia.
- Si, mamá. Mmm... ¡Qué bien huele!
- ¿Tienes hambre?
- Bueno... no demasiada, estoy algo nerviosa por el autobús. No estoy acostumbrada, esto es nuevo para mi. En Detroit siempre me llevaba papá. No lo entiendo.
- Lo sé, cielo. Pero debes de entender que el instituto está un poco lejos y tu padre tiene que ir a trabajar temprano. Es mejor que vayas en autobús, ya que el instituto presta ese servicio.
- Ya... supongo que tienes razón - me maldije en aquel momento al pensar en "la suerte" que tenía.
- Allí tienes la leche lista - dijo señalando el tazón que se hallaba en la encimera.
- Gracias, mamá - pronuncié con un tono de voz apagado, seco, triste. Quizás ni yo misma me hubiera reconocido si me hubiera escuchado en una grabación.
No dijo nada. Mamá no dijo nada al respecto, no se inmutó por mi tono depresivo, aunque quizás había un aire de preocupación en sus ojos verdes.
Mientras daba bocados a la tostada de fresas, me hundía en mis pensamientos y en la profunda intriga de si el día iba a pintar bien.
- Sarah, si no te das prisa perderás el autobús - "si, eso es lo que quisiera" me dije con deseo para mis adentros. - Ya verás que todo te saldrá bien - me tranquilizó con un beso en la frente. Supongo que el clima no tenía porque influir en mi vida, ni en las cosas que ocurran en ella. Tenía lógica. Aunque la idea de aquel viaje en autobús me seguia aterrando.
- Adiós, mamá - y entonces imité lo que hizo para despedirme.
- Sarah, recuerda que la parada está justo al doblar la esquina .
- De acuerdo.
Concluyó la conversación, me llevé la mochila al hombro que por cierto, pesaba como un globo de helio, debido a que todavía no poseía los libros de instituto y debía ir a comprarlos.
Cuando salí de casa, me di cuenta de que tenía que caminar un buen trecho hasta la parada a causa de que la calle es enorme y mi casa es una de las centrales. Transcurrió un cuarto de hora aproximadamente hasta que pude ver con claridad y seguridad, la parada de autobuses. Había un banco donde se encontraban cinco personas sentadas, hablando entre sí, sin excepción de ninguno y alrededor de veinte personas de pie.
Todos eran del insituto puesto que la mayoría llevaba sus respectivas mochilas.
Me coloque apoyada en la pared, a un metro de distancia de la multitud. Sola y nerviosa.