lunes, 12 de octubre de 2009


"Diferente"


Durante la espera pude observar como detrás del banco de la parada había una especie de toldo donde se encontraba pegado un cartel que decía:

Ganer
“tu autobús de confianza”

La típica publicidad que no tiene mensajes subliminales pero que de algún modo atrae la atención del público.
El autobús ya se encontraba delante de mi, era mas grande que los demás autobuses y se teñía de un color azul turquesa llevando unas letras en amarillo que decían:
“Ouran High School” Colegio privado de Nueva Jersey
Se formo una cola en un abrir y cerrar de ojos detrás de la puerta, y fue cuando me di cuenta que era la última de la fila. Estupendo. Todos subieron rápidamente como si tuvieran prisa por coger el mejor sitio donde sentarse con los amigas y amigas para contarse cosas del día anterior o simplemente para conversas sobre el tema que surja.
Cuando hube subido las escaleras, salude amablemente al conductor con aire antipático y malhumorado sin recibir respuesta alguna.
Levanté la cabeza para observar los asientos que quedaban libres, que eran pocos. Y opté por el único sitio vacío y sin acompañante. Permanecí rígida y callada, en tensión. Porque siempre me ha importado muchísimo lo que la gente piense u opine de mí. Tenía la mente bloqueada, como en estado de shock.
Cuando salí del autobús me sentía como si me hubieran dado 400 vueltas en un noria a una velocidad de vértigo. Mareada y confusa.
Con el poco conocimiento que tenía de mi realidad, entré a clase, y aunque durante toda la hora presté toda la atención que mi mente me permitía, no me enteré de la mitad de la teoría.
En la hora de descanso, me senté debajo de un arbusto, y comencé a comer las galletas de chocolate de mamá, y me sabían tan bien en aquel lugar.
- ¿Me das un poco? – escuché un voz dulce y tierna tras de mí. Me di la vuelta, y ahí estaba él, con esa mirada penetrante que intimidaba.
- Si, sírvete – dije amablemente
- Gracias – dijo cogiendo una galleta de las tres que quedaban, entonces cogí otra.
- Mmm..., están buenísimas – dijo con una sonrisa de oreja a oreja
- Si, las ha hecho mi madre, es una experta en galletas
- Dale felicitaciones de mi parte, se lo merece – dijo guiñando un ojo
- Gracias, se lo diré – dije irónicamente
- Solo queda una…¿La compartimos? – y pensándolo bien no se le podía decir que no a esa sonrisa pícara y a esa mirada tan profunda. Le hice un gesto positivo con mi cabeza, y acto seguido tomó la galleta y la partió por la mitad.
- Gracias – dije con tono sincero
- No me las tienes que dar, son tus galletas. ¿recuerdas?
- Ya…es verdad
- ¿Por qué estas aquí? Apartada de la gente
- Soy nueva…no conozco a nadie
- Me conoces a mi – dijo con tono inesperado
- Si tu lo dices…acabo de llegar y apenas he cruzado unas palabras contigo
- ¿Nunca te han dicho que tienes unos ojos preciosos? – me quedé petrificada, el tono de voz con el que lo dijo era tan dulce tan expresivo.
- No, nunca me lo han dicho. Pero gracias por el cumplido.
- No es un cumplido. Es la verdad. Sabes…eres misteriosa. Siento una enorme curiosidad por saber quien eres. Eres impredecible.
- ¿Cómo eres capaz de decir eso de mí, sin conocerme de nada?
- Ni yo mismo lo se…desde que te vi ayer por primera vez, descubrí que eres diferente. – Me quedé callada, mirándolo profundamente, como nunca había mirado a nadie. Todo lo que dijo sobre mi, era cierto. Y no me conocía de nada. Había una cierta conexión magnética entre sus ojos y los míos. Descubrí que él también era diferente.
- ¿Diferente? – pregunté simulando estar sorprendida
- A las de más chicas…Pero bueno esto te parecerá una tontería. No lo tomes en cuenta. Perdona si te he molestado, no era mi intención.
- No, no me ha molestado para nada.
- Bueno me tengo que ir, hasta mañana “chica nueva”. – dijo con una sonrisa resplandeciente y acentuando la frase “chica nueva”

lunes, 14 de septiembre de 2009

Capítulo 6 parte 2


Sorpresas



Al día siguiente, me desperté con la conciencia de que el autobús del ouran pasaría a recogerme. Y ante esa noticia me encontraba completamente aterrada.
Desde mi cama tenía una vision total y absolulamente temprana y sombría, como si desde por la mañana el día me avisara de que no iba a ser de los mejores.
Me dispuse a vestirme y arreglarme, y habiéndome quedado diez minutos parada delante de mi gigante armario de madera, totalmente indecisa, opté por un vestido ceñido a la cintura, con mangas que caían desde mis hombros hacia mis brazos y a una altura proporcional a la medida de mis rodillas.
Abrí mi zapatero y esocgí unas zandalias de color blanco con unas tiras que se cruzaban y dejaban resaltar el escaso bronceado de mi piel.
Comencé a peinar aquel estropajo que tenía por pelo e intenté parecer mínimamente decente aunque el propósito inicial haya sido "operación portada de revista de moda" que concluyó siendo un fracaso total. Quizás en aquel momento, la poca autoestima que tenía no ayudaba nada a verme mas linda ni mas hermosa. Simplemente estaba haciendo de mi... Nada especial.
Eso me entristecía, yo a mi misma me describo como alguien alegre. Alguien creativo, con ganas de aspirar a más. Sin embargo, hay días en los que uno tiene ganas de ser invisible ante el mundo entero, como si la propia existencia sea una auténtica mentira.
Después de haber procesado todos aquellos pensamientos drámaticos que me hacían sentirme en un vacío interno que me ahogaba. Decidí bajar a la cocina a desayunar. Y para mi sorpresa, papá no se hallaba allí, sin embargo mamá se encontraba preparando tostadas con mermelada de fresas.
- Buenos días, mamá - y le di un beso tierno en la mejilla
- Buenos días, cariño. ¿Has dormido bien? - preguntó algo sorprendida por mi temprana presencia.
- Si, mamá. Mmm... ¡Qué bien huele!
- ¿Tienes hambre?
- Bueno... no demasiada, estoy algo nerviosa por el autobús. No estoy acostumbrada, esto es nuevo para mi. En Detroit siempre me llevaba papá. No lo entiendo.
- Lo sé, cielo. Pero debes de entender que el instituto está un poco lejos y tu padre tiene que ir a trabajar temprano. Es mejor que vayas en autobús, ya que el instituto presta ese servicio.
- Ya... supongo que tienes razón - me maldije en aquel momento al pensar en "la suerte" que tenía.
- Allí tienes la leche lista - dijo señalando el tazón que se hallaba en la encimera.
- Gracias, mamá - pronuncié con un tono de voz apagado, seco, triste. Quizás ni yo misma me hubiera reconocido si me hubiera escuchado en una grabación.
No dijo nada. Mamá no dijo nada al respecto, no se inmutó por mi tono depresivo, aunque quizás había un aire de preocupación en sus ojos verdes.
Mientras daba bocados a la tostada de fresas, me hundía en mis pensamientos y en la profunda intriga de si el día iba a pintar bien.
- Sarah, si no te das prisa perderás el autobús - "si, eso es lo que quisiera" me dije con deseo para mis adentros. - Ya verás que todo te saldrá bien - me tranquilizó con un beso en la frente. Supongo que el clima no tenía porque influir en mi vida, ni en las cosas que ocurran en ella. Tenía lógica. Aunque la idea de aquel viaje en autobús me seguia aterrando.
- Adiós, mamá - y entonces imité lo que hizo para despedirme.
- Sarah, recuerda que la parada está justo al doblar la esquina .
- De acuerdo.
Concluyó la conversación, me llevé la mochila al hombro que por cierto, pesaba como un globo de helio, debido a que todavía no poseía los libros de instituto y debía ir a comprarlos.
Cuando salí de casa, me di cuenta de que tenía que caminar un buen trecho hasta la parada a causa de que la calle es enorme y mi casa es una de las centrales. Transcurrió un cuarto de hora aproximadamente hasta que pude ver con claridad y seguridad, la parada de autobuses. Había un banco donde se encontraban cinco personas sentadas, hablando entre sí, sin excepción de ninguno y alrededor de veinte personas de pie.
Todos eran del insituto puesto que la mayoría llevaba sus respectivas mochilas.
Me coloque apoyada en la pared, a un metro de distancia de la multitud. Sola y nerviosa.



miércoles, 15 de julio de 2009

Capítulo 6

El primer día de instituto (parte 4)

Tantos chicos en mi cabeza... y quizás solo uno ocupaba mi corazón





Ahora sí, estaba sola en clase. Y como no soportaba aquella soledad, decidí salir a los patios.
Cuando hube bajado, descubrí que hubiera sido mejor quedarme en clase, porque en los patios me sentía más sola aún. Todos en grupo, compartiendo experiencias personales, mientras yo, sentada en un banco de madera, pensaba en “el chico de miradas profundas” y en lo que me había dicho.
Me daba rabia que me hubiera hablado como si me conociera de toda la vida, el no sabía nada de mi vida ni el infierno que he tenido que pasar.
Pero lo cierto es que tenía algo interesante, algo que me impedía dejar de pensar en ello. Cuando levanté la cabeza descubrí que me observaba solo en otro de los muchos bancos de madera que habían. ¿El también estaba solo? Me resultaba raro que un chico tan lindo como el no tuviera amigos o “amigas” es decir chicas detrás de él. Pero eso lo descarté cuando de pronto descubrí como se acercaban tres chicas y se sentaban junto a él. Vale retiro lo dicho. Acompañado si que está. Pero había algo que no me cuadraba en aquel personaje. Y tenía que descubrir el qué. Por lo pronto, lo que debía hacer era esperar a que papá viniera a buscarme, mientras él me seguía observando, mientras sentía que me leía la mirada, por muy extraño que parezca.
Se oyó el claxon del jeep, lo reconocí enseguida. Me puse en pie, y alejándome lo seguía observando como si una parte de mi quisiera estar con él.
- Hola papá – dije entusiasmada por verlo después de habernos reconciliado.
- ¡Sarah! ¿qué tal? – respondió dándome un beso en la mejilla a la misma vez.
- Pues…más o menos – dije con ganas de contarle lo del chico de miradas profundas al que no me gustaba llamar Oscar, pero en el fondo sentía que eran cosas mías y…quizás no debía. – Entré a la dirección, y me atendió un señor muy amable que me informo y me dijo que mamá le había dicho que era una chica de sobresaliente. Cosa que me enorgullece pero no quiero volver a ser la “empollona de la case”.
- No seas boba, tú eres aplicada y eres una de las mejores, aunque para mí la mejor, y lo que puedan decir de ti no te tiene por qué afectar ya que tu eres como eres, y no quiero que cambies.
- Lo sé papa – y pensé en ese momento lo encantador que era mi padre y yo tampoco quería que cambiara, porque estaba orgullosa de él a pesar de todo.
Durante el trayecto, le conté todo lo que había vivido en aquel recinto que tenía por nombre una serie de anime. Menos lo de “oscar”, claro.
Cuando llegamos a casa, que por cierto, tardamos como tres cuartos de hora ya que de paso fuimos al supermercado a comprar algo de leche y yogures. Papá entró adentro, mientras yo me quedé fuera, a causa de que mi móvil volvió a dar el tono de llamada y descubrí que tenía que cambiar esa música.
- ¿Si? – contesté dudosa
- ¡Holaaa! Sarah soy Susan, estoy con Alice – respondió emocionada
- ¡Chicas! ¿Cómo están? – pregunté alegre por aquella llamada que de nuevo me recordaba Detroit pero me liberaba de mis pensamientos sobre el Ouran.
- Muy bien, pero extrañándote. No sabes cuánto. Pero bueno… ¿Qué tal ese primer día de instituto? Nos dijo Charlie que hoy lo empezabas.
- Si…Pues para empezar, el instituto tiene nombre de una serie de anime – aclaré un poco harta de seguir repitiéndolo. – Ouran High School, horrible.
- ¿Qué dices? Ay mi madre…
- Si, lo que oyes. Pero a ver si con el tiempo me entero de porque le pusieron ese nombre.
- Bueno, pero cuéntanos como te fue. ¿el insti es más bonito que este? – preguntó Susan, con un tono curioso.
- Siento tener que decir esto, pero tengo que admitir que es mucho más bonito. Pero Susan, nada que ver son dos estilos completamente distintos. Y aparte, es enorme.
- ¡Que guay! Me voy a ir a vivir a Nueva jersey, chica. – entonces reí, pero en seguida me puse seria, y me lamenté muchísimo por no estar allí.
- No quieras mudarte aquí, allí estas mejor, créeme- contesté aconsejando a mi valiosa amiga.
- Ya…bueno, me imagino que extrañas todo esto, pero cuéntanos. Llevamos como diez minutos hablando y solo sé que el insti es bonito y grande.
- Bueno, la verdad es que tienen un servicio muy amable. El profesor que me tocó es muy joven, y es guapo, se llama Benjamin.
- Mmmm, no te vayas a ligar al profesor – dijo entre carcajadas
- No, pero tiene pinta de ser demasiado bueno. La clase es muy bonita, pero no conozco a nadie, todavía. Hoy solo era recogida del horario… - cuando de repente, vi pasar de nuevo al ¡chico de la bici roja! Paso y me miro con cara interesante, y su mirada me resultaba muy familiar, pero supuse que era una tontería. Me quede mirándolo hasta que se alejaba poco a poco con el teléfono en la mano sin pronunciar palabra.
- ¿Sarah? ¿Estas ahí? – escuché a Susan aclamando mi presencia telefónica angustiada.
- Eh…si. Lo siento es que me llamó mi madre y la estaba buscando – dije nerviosa, como si tuviera fuego dentro de mi cuerpo. Mentí.
- Ah bien. ¿Y que más paso?
- No mucho más. Chicas tengo que colgar. Gracias por llamar. Besitos. Las quiero.
Y la llamada finalizó. Había tantos chicos en mi mente…y ninguna chica. No había podido hacer ninguna amiga en Nueva Jersey. Aunque tampoco es que quisiera rehacer mi vida tan rápidamente. Mis amigas eran geniales y siempre iban a estar conmigo. Pero…Charlie, el chico de la bici roja, el chico de miradas profundas…
Y los dos últimos, los más misteriosos, aunque Charlie también lo era al fin y al cabo. Todavía no había sido capaz de decirme a la cara, mirándome a los ojos, que me quería. Y él ha sido el chico que me ha gustado desde que pise por primera vez Detroit.





lunes, 13 de julio de 2009

Capítulo 5 parte 2

El primer día de instituto (parte 3)

¿Cómo era posible? ¿Se pueden leer las miradas?


Noté algunas miradas que se clavaban en mi ser. Como cuchillos. Sentía una presión enorme, y no me atrevía a levantar la vista de la mesa. Pero después de cinco minutos cuando el profesor Benjamin comenzó a exponer su discurso de bienvenida esa sensación desapareció. Entonces fue cuando por fin pude levantar la mirada para observar lo que me rodeaba. Toda la clase estaba atenta a lo que el profesor decía. Pero pude ver como un chico de la primera fila estaba levemente girado hacía mí, con su mirada clavada en la mía. Y por muy extraño que parezca, no podía esquivar aquella mirada tan profunda. Era como si me hiciera sentir bien.
Nos pasamos como un cuarto de hora mirándonos, como si nos conociéramos de toda la vida, como si conectáramos, como si no fuéramos unos desconocidos. Su pelo era negro, y bastante picado. Su piel era de color claro y tersa, sus labios parecían sacados de una película y sus ojos, como ya he dicho. Totalmente profundos. De repente, aquella situación me asustó totalmente. Y volví en sí, después de haber penetrado en su mirada. Me sentía extraña. ¿Por qué me mirará de aquella manera ese chico? ¿Tendré algo en la cara?
No encontraba ninguna respuesta a aquellas preguntas.
- Bien chicos, de nuevo bienvenidos al nuevo curso. Ya me conocen, y seguro que lo pasaremos muy bien. Será el último año de la eso. Y por esa simple razón tendrá que ser inolvidable. Pero no les voy a mentir chicos, va a ser un curso duro. Así que les deseo mucha suerte.Oscar, ¿tienes algo que objetar? – No puede ser…se refería a él, a el chico de miradas profundas

- Ehm…No, profe. Mucha suerte también a usted. – dijo con un tono burlón, y enseguida se escuchó una avalancha de risas por lo que había dicho.
- Que gracioso. Bueno, te aviso desde ahora que no me gustaría tener problemas contigo Oscar. Espero que nos llevemos bien.
- Claro, profesor. Como no. Como puede pensar eso de mí. – Dijo con una sonrisa de oreja a oreja.
- Bueno, esta bien. Espero no tener que pensarlo. En fin, chicos, mucha suerte a todos. Ahora podéis bajar a los patios para charlar. Luego os podéis ir. Mañana comenzaremos. Intentad ir consiguiendo los libros, para empezar con ellos lo antes posible. Hasta mañana.
Todos se levantaron más tranquilos de lo que hubiera imaginado. Solo quedaba Oscar, El profesor y yo. Quería hablar con el profesor, pero supongo que una presencia lo interrumpía. Pero eso, no me impidió dirigirme al profesor y terminar de presentarme, por decirlo de alguna manera.
- Profesor…eh…yo intentaré conseguir los libros para mañana. Y mucho gusto.
- Igualmente, por los libros no te preocupes. Bueno… ¿Te ha gustado esto?
- Bueno…es diferente a Detroit – reí
- Si, bueno… coincido contigo. Pero yo espero que consigas adaptarte a la perfección.
- Muchas gracias. – concurrí pensando que se iba a quedar hablando con Oscar. Pero no ocurrió así. Y cuando me fui a dar cuenta. Estaba yo sola en la clase, con “el chico de miradas profundas”

No quise pronunciar palabra. Le sonreí, y me dispuse a salir de la clase. Cuando escuché un voz.
- Espera – hice una pausa a mi acción de caminar, y me di la vuelta. Se levantó de su silla, y se acercó a mí.
- Así que tu…eres la chica nueva – dijo de nuevo con un tono de vacilón
- Mmm…sí. Lo has adivinado tu solo. – intenté imitar su forma de hablar, pero no me salió.
- No finjas ser quien no eres, no te pega ese tono. A mi si. Eres muy dulce para eso. – entonces su mirada se hizo más profunda.
- ¿Y tu acaso sabes cómo soy? – pregunté con cara interesante.
- Bueno…cuando me mirastes lo dijiste todo. – me quedé parada y no sabía que contestarle, pero el rompió aquel silencio.
- ¿No lo crees?
- No lo creo…no sabes nada de mi vida, me acabas de conocer. Y tu no dijistes nada con tu mirada.
- Eso es porque tú no sabes leer las miradas – dijo burlesco como si se las supiera todas, cosa que me molesto demasiado. Y quizás en ese momento, sin querer lo habré mirado con una de mis miradas asesinas que llevaba practicando durante años.
- Bueno, chica nueva. Ya nos veremos – entonces desapareció y el sonido de sus pasos fue desapareciendo.


sábado, 11 de julio de 2009

Capítulo 5



El primer día de instituto (parte 2)


Sola ante la multitud

Me bajé del jeep, después de haberme despedido de mi padre. Quién me deseo toda la suerte del mundo, y me dio el mapa del instituto para no perderme.
Me quedé observando el instituto desde fuera un rato. Era impresionante. Era tan grande, tan bonito, tan elegante. Fue cuando me di cuenta que para un instituto así quedaría mejor los uniformes, pero mejor así. Había mucha gente, y sobretodo podía distinguir los diferentes y variados grupos de amigos y amigas que no paraban de hablar. Suspiré, y nerviosa entré adentro, donde me encontré con unos decorados de los alrededores hermosos. Pero de pronto me encontré tan sola ante aquella multitud de estudiantes. A donde ir. No quería mirar el mapa, y por lo que puede ver la puerta principal estaba abierta, así que tímidamente entré, y fue entonces cuando hice uso del mapa. La dirección estaría en el primer piso. Justo en frente de donde yo estaba. Perfecto. Toqué la puerta y escuche un “adelante”. Abrí la puerta lentamente, y deje al descubierto mi rostro.
- ¿se puede? – pregunté dudosa
- Claro, pasa – contestó el que supuse que era el director, con su traje y corbata a juego.
- Buenos días, señor. Soy Sarah, y me acabo de inscribir en este instituto. Me mudé hace dos días y…
- ¡Ah! Tu debes de ser esa chica de sobresalientes que tanto me han hablado.
- ¿De sobresalientes? – pregunté extrañada, aunque era verdad. Estaba en lo cierto, saqué todo sobresaliente.
- Sí, tu madre…Adelaida. ¿No?
- Si…
- Ella me hablo muy bien de ti. Este instituto es muy riguroso a la hora de inscribir a la gente.
- Que bien, pues quería informarme sobre lo que tengo que hacer.
- Ah si, dirígete a secretaría, allí te informarán sobre tus clases, tu horario, los libros, y todo lo que quieras saber sobre el Ouran.
- Muchas gracias, señor.
- De nada, y buena suerte.
Como él me había dicho, fui a secretaría que estaba justo al lado. Allí me informaron sobre todo. Me dieron una hoja con mi horario. Una lista de los libros que tendría que comprar, y el material que se requería.
Miré las clases, y observé que justo ahora tendría la clase de iniciación. Conocería quién sería mi tutor. Me presentaría ante todos. Cosa que odiaba. Y me sentaría a escuchar lo que sería el primer discurso del profesor. Horrible. Me daba mucha vergüenza y miedo escénico. Pero era algo que tenía que hacer. Me armé de valor y subí al primer piso. Clase…cuarto de eso…a ver… Es la clase A. La encontré. Estaba a unos segundos para entrar en esa aula que sería mi segundo hogar a partir de ahora. Me aterraba aparecer.
Cuando por fin me decidí, toqué la puerta. Entré. Y mientras todavía se veía a los estudiantes tomando asiento, y hablando de sus vacaciones. El profesor se puso de pie y dijo.
- Callen, silencio por favor.
Surgió un apagamiento de voces. Yo me quedé paralizada al sentir varias miradas que caían sobre mí.
- Tú debes de ser la nueva, ¿No? – preguntó el profesor. Era joven. Su pelo era rizado, como si fuera de oro. Y sus ojos se ocultaban tras unas gafas cuadradas, con cristales al aire. Era guapísimo. Y no tenía pinta de estirado.
- Ehm…sí – Usted debe ser…el profesor Benjamín, sino me equivoco.
- No te equivocas. Dime tu nombre, te presentaré ante tu nueva clase, y te sentarás al fondo.
- Me llamo Sarah Miranda Spell. – dije, maldeciendo mi nombre en aquel instante.
- Muy bien, encantado Sarah. Muy bien, muchachos, ya basta. – Surgió un silencio.
- Tenemos a una nueva alumna, Sarah Miranda Spell.
- Buenos días – dije echando una vista rápida a mis ahora compañeros de clase.
- Holaa – dijeron algunos de ellos. – Sonriendo crucé la clase hasta llegar a la última fila, y me senté en la mesa d
e la esquina.



jueves, 9 de julio de 2009

Capítulo 4 parte 2

El primer día de instituto



Se oyeron unos pasos que probablemente llegarían hasta la puerta de mi habitación. Con un ojo abierto y el otro cerrado, mire como mama entraba.
- ¡Sarah! Hoy es tu primer día de instituto, levántate que llegas tarde. – me recordaba a cuando estaba en Detroit, no necesitaba despertador, ya que mamá hacía su trabajo todos los días, pero a veces deseaba tener uno. Quizás era mejor que mamá – despertador.
- Mamá…Cinco minutos más – rogué
- No… He dicho ¡Ya! Y no se hable más, aparte tu tardas mucho en prepararte, parece que vas a una fiesta y no permitiré que llegues tarde en tu primer día de instituto.
- Eso es mentira… - ojala fuera a una fiesta en vez de al instituto.
- Eso es verdad y lo sabes muy bien, date prisa que el desayuno ya está preparado.
- Si, mamá – dije estrujando la almohada
Me levanté, me dirigí hacia el perchero donde había puesto la ropa. Me encantaba ese conjunto. Cuando me lo hube puesto, fue a asearme. Para parecer quizá más formal, me recogí el pelo con una liga azul turquesa a juego con el pantalón, obviamente. Me puse un toque de colorete, y un brillo de labios transparente para parecer más natural.
Bajé a desayunar, y para mi sorpresa había visita. En la mesa se encontraban mi madre, mi padre y una señora que no conocía, o al menos eso creía.
- Hola Sarah, por fin bajastes – dijo mi madre con un tono que no me gusto. – Ella es la señora Carey, es la vecina de al lado. Vino a presentarse y a traernos una tarta de chocolate casera, tiene muy buena pinta.
- Bueno días señora Carey, mucho gusto – me presenté lo mas amablemente posible.
- Mucho gusto, preciosa – me sonrió – Sabéis, tenéis a una hija preciosa, tengan cuidado que los chicos se le tiran. – dijo entre carcajadas
- No es para tanto – dije riéndome con un tonto inocente
- Si, la verdad que mas linda no pudo haber salido – dijo papá orgulloso. Me enterneció lo que dijo. Era la niña de papá, su niña. Que podía decir un padre de su hija. Pese lo que me pese, era un padre fantástico.
Cuando desayuné, subí a mi cuarto a buscar mi bolso. Ya el coche esperaba fuera, papá me llevaría. Me despedí de la señora Carey con un beso en la mejilla, y de mamá con un abrazo, que necesitaba bastante.
- No te preocupes cariño, todo te irá bien – me tranquilizó, como ella solía hacer.
Me subí en el jeep. Me abroché el cinturón.
- ¿Preparada? – preguntó papá con tono irónico.
- No. No estoy preparada.
- Vamos, ¿Quién lo dice? La chica más valiente que conozco. – El sabía disimular nuestras disputas familiares.
Reí. Le sonreí con una mirada de dulzura. Y proseguí.
- Lo siento, papá. Siento haberte hablado así el otro día. Sabes que no soporto esta vida. Y la tomo contigo, aunque sé que lo haces por nuestro bien. Te echo de menos, papá. – confesé, con los ojos humedecidos.
- Me alegra que me digas eso. Yo se que te hago daño, y sé que no es bueno para ti mudarte todo el rato. Pero te prometo que pronto se acabará todo y podremos asegurarnos en un lugar. Te quiero Sarah y lo sabes.
- Si papá, lo sé – Le di un abrazo, y empezamos a hablar de cómo sería el instituto. Me sentía feliz, porque tenía de vuelta a papá.
Durante el trayecto, podía observar, como salíamos de aquel montón de casa todas iguales, menos aquella casa, cuyo dueño es desconocido. Y nos adentrábamos más en la capital de Nueva Jersey, más en la ciudad. De repente, nos paramos ante una edificación enorme. Había un portal con una puerta de hierro, preciosa. Y al lado un cartel enorme que decía.
“Instituto Ouran High School”. Y me acordé de la serie de anime. ¿Cómo puede tener un instituto tan prestigioso el nombre de una serie de anime? Era algo inexplicable, y esperaba que alguien del instituto me contestara a esa pregunta.


domingo, 5 de julio de 2009

Capítulo 4

Lo extrañaba, todo lo extrañaba.





Le tenía tanto cariño a esa taza. Había servido mi desayuno durante dos largos años. De repente sentí la necesidad de llamarla, a Isabelle. Las chicas me habían dicho que me llamarían pero supongo que no les había sido posible. Y ya que me llamaron una vez me parecía justo llamarlas yo. Me dispuse a marcar el número en mi móvil. Se oyeron tres pitidos antes de que Isabelle contestara.

-¡Sarah! Estaba pensando justo ahora en llamarte, bueno las chicas y yo. Estoy con ellas, ¿Cómo estas? - Gritó Isabelle la mar de emocionada tal y como era ella.
- ¡Hola chicas! No sabéis como os extraño de verdad. Recibí vuestro mensaje ayer, fue precioso y un detalle. - reí
- De nada...mira pondré el altavoz para que te puedan oír Susan, Alice y...Sharon.
- ¿Sharon? Me pregunté a mi misma en mis pensamientos. ¿Ellas están con Sharon? No es posible...pero proseguí con la conversación y dije.
- Hola a todas, y a ti también Sharon. Habíais dicho que ibais a llamar para más noticias. Antes me llamó Charlie y me daba saludos de todas ustedes.
- Si, Sarah...nosotras estábamos delante cuando él te llamo. Jaja, no hablamos porque pensamos que el quería hablar a solas contigo.
- ¿En serio? - pregunté y entonces pensé en que podría estar pensando Sharon en aquel momento.
-Si, y que casualidad te íbamos a llamar ahora. Porque el se fue. Sharon acaba de llegar y todas te extrañamos. Y como te va. Cuéntanos.
- Pues...Mi cuarto es muy muy pequeño. Fue una gran e inmensa desilusión cuando lo vi. No tiene nada que hacer con el de Detroit. Lo llené con nuestras fotos, chicas. Y a ver si lo decoro poco a poco.
- ¿Es pequeño? Bueno el de Detroit si era grande. Ya nos pasaras fotos de tu cuarto. ¿No has sacado tu portátil aún?
- No...Tampoco es que haya tenido mucho tiempo de hacerlo. Pero ya nos pondremos en contacto.
Eso había parecido una despedida. Así que Isabelle dijo.
-Bueno, chao - con un tono de tristeza en su voz.
- Por cierto Isabelle. Me vas a matar pero...la taza que me regalastes por mis catorce cumpleaños se me acaba de romper. Que desgracia.
- ¿Si? No importa yo te regalo otra. Y mas bonita aún, ya veras.
- Vale... ¡Adiós chicas! Muchos besos. - concurrí.
- Igualmente

No quise contarles sobre aquel chico que había visto, Sharon estaba delante y podría decírselo a Charlie. Charlie creería que no me gusta y pasaría de mí. Y él es muy especial como para permitir que eso pase.Charlie me gusta. Por mucho que quiera saber quien era aquel chico de la bici roja. Charlie me gustaba. Y mucho. Y no me explicaba como un chico como él que podría ser el típico chico, que no para de ligárselas a todas. Sea así, tan fiel a sus principios. Pero me seguía preguntando a mi misma que demonios estaba haciendo Sharon con mis amigas. Que yo sepa no se llevaban mucho. ¿Pensarán en sustituirme? No imposible. Era tan estúpida esa idea que se me borro enseguida de la cabeza.Cuando hube recogido los pedazos que quedaban de la taza, subí a mi habitación. Saqué mi portátil. Lo encendí y entre en Internet. Me apetecía buscar sobre el instituto al que estaba predestinada a ir. Ouran High School, puse en la barra Google. Bastantes resultados me salieron. Primero, una serie de anime. No puede ser... ¡El instituto tiene un nombre parecido al de una serie de anime! Genial...Seguí buscando hasta que al final encontré la página del instituto de Nueva Jersey. Y efectivamente como iba leyendo, era uno de los más prestigiosos de norte América.Sonaba tan bien. Y a la vez tan mal. No me terminaba de convencer. No quise mirar más. Supuse que eso lo iba a descubrir por mi misma al día siguiente.Las cinco. No había comido nada. Así que bajé a la cocina y saludé a papá que estaba viendo la televisión muy cómodamente en aquel sofá. Y me serví un poco de arroz. Tampoco tenía mucha hambre. Cuando acabé, subí de nuevo a esa habitación que tanto odiaba. La detestaba, dios mío.Abrí el armario y empecé a buscar algo adecuado para ir al instituto. Me gustaba planear todo antes y organizarme. Me habían dicho que quizás era muy...correcta. Aunque eso era totalmente falso cuando se referían a como me vestía. Mi vestimenta, era muy alegre. Quizás excesivamente alegre. Por eso nunca era invisible, pero con uniforme si. Porque mi personalidad es tímida y a lo mejor sola en este mundo no me se manejar. En este momento me gustaría tener a Charlie para que me proteja y me "maneje" en sentido literario.Escogí unos pantalones cortos azules turquesa. Una blusa no muy ajustada de manga corta de color amarillo suave. Y como no, unas all star amarillas. Lo coloqué todo en un perchero cerca del armario, y me senté en una silla pequeña donde pude observar con detenimiento lo que ocurría fuera. Aquella iba a ser mi vida, quien sabe por cuánto tiempo. Mi padre y yo seguíamos enfadados. Bueno más bien yo seguía enfadada. Pero extrañaba que me llevara en el jeep a patinar con él a las rampas más peligrosas. Él me protegía. Extrañaba la crema de limón que él preparaba y que solo a él le quedaba bien. Y extrañaba que se acercara a mí, me mirara a los ojos, me acariciara el pelo, me abrazara con sus largos brazos y me dijera, te quiero.

viernes, 3 de julio de 2009

Capitulo 3 parte 2

Porque a mi...

Desperté, y con los ojos entreabiertos miré el reloj de la cocina. Las cuatro. ¡No puede ser! Me había quedado dormida en la silla de la cocina. Me incorporé y observé la casa. Algo había cambiado. Pensé. . Ella no tenía mal gusto, pero tal vez era muy… ¿Clásica? Cada vez que ella decoraba las casas, parecía que estábamos de luto.
Todo era triste y apagado. Sin embargo, eso era totalmente lo contrario a mi, yo era el lado opuesto de mamá. Me encantaba decorar, pero con un estilo más alegre, con colores vivos y moderno. A menudo soñaba con tener mi propia casa. Lo deseaba. Viviría en el mundo de los colores. Me reí.
- ¿Ya te despertastes? – se escuchó uno voz.
- Si, mamá… ¿Por qué no me despertaron? – respondí con desgano
- No sé…pensé que te vendría bien dormir unas horitas mas antes de tu primer día de instituto.
- ¿Qué? – me asusté - ¿Cómo que mi primer día de instituto? – pregunté alarmada. – Las clases no empiezan hasta el trece de septiembre.
- Si, eso era en Detroit. Pero en Nueva Jersey esto es así, comienzan antes. Aparte vas a ir a al instituto mas prestigioso de Nueva Jersey, y muy cerca de aquí.
- ¿Cómo se llama?
- Ouran High School, creo. Dicen que es un instituto de un alto nivel, y está en la lista de los mejores institutos de norte América.
- ¿Es privado? – pregunté queriendo taparme los oídos para no escuchar la respuesta.
- No, es público. Pero eso no es importante. – suspiré aliviada. No tendré que llevar esos estúpidos uniformes. Todos iguales. Que horror. Así podré marcar mi propia personalidad por muy tímida que sea. No seré invisible.
- Vale mamá…- pronuncié
Instituto. Bien. Genial. Justo lo que me faltaba para terminar de adaptarme. Fatal. De pronto me vino a la cabeza, el chico de la bicicleta de esta mañana. ¿Estará en ese tal…instituto? Quien sabe…pero lo deseaba. Escuché una música familiar. Era mi “iphone 3g” que daba la señal de llamada.
- Si…
- Hola Sarah, soy Charlie – me quedé paralizada, como si me hubieran arrebatado el alma en ese momento. No sabía que responder.
- Ho…hol…hola Charlie – tartamudeé como una estúpida chica viciada a las películas de amor americanas.
- ¿Cómo estas? Supongo que adaptándote a tu nuevo hogar, ¿no?
- Si… bueno aunque tengo que empezar el instituto. Mañana es el día.
- ¿Mañana? ¿Tan pronto? – se alarmó
- Si…- respondí igual de sorprendida que él por la noticia.
- Las chicas te dan saludos, te extrañan mucho. – sentí un escalofrío de ternura. - Yo también las extraño mucho – respondí como si mi corazón aún estuviera en Detroit.
- Y…bueno…yo también te extraño. – se escuchó su dulce voz que me recorrió todo el cuerpo.
- Gracias Charlie, yo también te extraño. Y a las chicas las quiero mucho. No se… siento que no me pude despedir como hubiera querido. Surgió un leve silencio.
- Eres encantadora, Sarah – y sonreí, si el supiera lo encantador que es él.
- Gracias, Charlie – no sabía que mas contarle.
- Bueno, quien sabe…A lo mejor te vamos a hacer una visita un día de estos. Por muy lejos que estemos.
- Sería fantástico. Me encantaría poder verlos. Reí.
- No te preocupes, adiós Sarah y suerte en el instituto. – escuché su última frase que se me quedó grabada en la mente.

- Adiós, Charlie – respondí, podría haber sido más agradecida volviendo a decir “gracias” pero me parecía excesivo. Me hubiera gustado preguntarle por Sharon, y si de verdad la rechazo por mi. Pero no quería estropear el momento.
Me quedé parada delante de la puerta de la nevera. Sin poder moverme. Mi conciencia me hizo despertar. Quise reírme pero en un instante comencé a llorar. Inevitable. pensé. ¡Puff! ¡No! ¡La taza de Isabelle! Rota en mis pedazos…Me llevé las manos a la cabeza y pensé <¿Por qué a mi?>






lunes, 29 de junio de 2009

Capítulo 3


Lo vi...


Apaqué la televisión, subí a mi habitación y abrí aquel armario de madera que tenía en mente pintar. Cogí mi falda preferida junto con aquella camiseta que me regaló Alice. Llena de notas musicales de colores, con una guitarra eléctrica dibujada, la que yo quería que me comprasen. Pero era un sueño imposible. Quizás.
Me puse mis all star de flores, y me solté mi largo cabello. Me miré en el espejo y pensé, que quizás iba provocativa. No se me veía nada. Era un look rebelde, pero a la vez muy dulce e inocente. Así que me dije: ¿Porqué no?
Cogí mi móvil, más bien mi iphone 3g, que me había regalado papá por navidades. El mundo de la tecnología. Increíble.
Miré por la ventana, hacía un día precioso. El sol hacía que las hojas de los árboles de la calle, brillaran con una intensidad que no había visto nunca.
Bajé las escaleras, me dirigí hacia la entrada, y abrí la puerta. Eché una ojeada a la casa para ver si estaba todo en orden. Si, todo estaba bien. Cerré la puerta con llave y comencé a caminar por aquella calle, llena de casas, todas iguales como ya había nombrado.
Me paré ante una casa, de distinto color. Era extraño. La única casa que era de distinto color. Aquella casa, rompía la armonía de aquella calle. De repente me entraba la curiosidad de saber quién vivía allí, pero desperté y me dije, no puede ser.
Seguí caminando, sin mirar al frente, contemplando todavía aquella casa, alejándome poco a poco.
Y de repente. Pffff!!
-¡Ah!- grité de dolor, al haberme topado con un árbol enorme - Por no fijarme, por no fijarme...- me maldecí.
Estaba aún en el suelo cuando de pronto lo vi. Era un chico monísimo. Nunca había visto a alguien tan guapo, fuera de las revistas y de la televisión. Aquello era real. Iba en bicicleta, llevaba una vaqueros sueltos, con una camiseta negra lisa, y unas all star negras. Su pelo era castaño claro, largo y reboltoso, pero con un corte sexy. Por lo que alcanzé a ver, sus labios eran gruesos, pero no eran grandes. Me miró. De arriba abajo, como si fuera un bicho raro. Pero sus ojos eran sensuales y seductores. Aunque no alcanzé a ver de que color eran. Y se alejó, con su bicicleta de color rojo. Y aunque ya había desaparecido, seguía mirando. No se me borraba esa imagen de la cabeza. Ahora me avergonzaba de la cara de estúpida que habré puesto. Que espanto.
¿Quién sera ese chico tan misterioso? Tenía tanta curiosidad de saberlo. Pero no sabía de donde provenía, ni siquiera si lo iba a a ver alguna vez más.
Cuando me fui a dar cuenta, todavía estaba en el suelo, con la mirada perdida. Me levanté de un salto, y desperté de mi conciencia. Volví.
Miré el reloj de mano, de forma de flor, tipo Amichi. La una. ¿Tan pronto? ¿Como es posible?
Había pasado el tiempo en un abrir y cerrar de ojos. Definitivamente tenía que volver a casa. Había visto mucho mundo por hoy, solo me quedaba esperar a que llegaran mis padres, con toda esa decoración rural para el hogar. Y por supuesto, mirar y decir, ¡Que bonito, Mamá! Aunque por dentro diga, ¡Que horror!

viernes, 26 de junio de 2009

Capítulo 2 parte 2

Un nuevo día...



Abrí los ojos, ya los rayos del sol traspasaban las ranuras de las persianas. Suponía que era tarde.Decidí levantarme. Era eso o quedarme en la cama deprimida todo el día. Me puse mis zapatillas peludas de gatitos, bajé las escaleras. No se escuchaba ningún ruido. Me acerqué a las habitación de mis padres. No había nadie, la cama estaba hecha y todo estaba ordenado. Bajé a la cocina, quizás estarían allí, pero ni rastro. La casa olía a un aroma a lavanda, que tanto le gustaba a mi madre. Había limpiado, se notaba.
Me dirigí a la puerta del frigorífico, para tomar un vaso de leche. Había una nota, escrita con rotulador rojo grueso y me detuve a leerla:



"Cariño, Papá y yo hemos salido por la mañana temprano a comprar unas cuantas cosas para la casa. Volveremos alrededor de las 2 del mediodía. Te he dejado el desayuno preparado en la encimera. Para cualquier cosa, llamanos."


Te quiero, Mamá.


- Genial...- dije en voz alta y suspiré. Miré a la encimera, y efectivamente estaba mi desayuno. La leche estaba al lado de mi taza favorita, junto con las galletas llenas de trocitos de chocolate que tanto me gustaban. Las que ellas sabía que me gustaban. Y mirando de nuevo la nota me dije para mi, "Yo también te quiero mamá".
Un desayuno exquisito, "ni muy llena ni muy vacía pero bien servida" decía mi abuela Mery. Que recuerdos. Ella me tenía mucho cariño, siempre me estaba haciendo lindos vestidos de pequeña, peinandome y poniendome guapísima. Un consejo que siempre me repetía era, cada vez que te hagan una fotografía, sonríe, la sonrisa es lo más bonito que le puedes ofrecer a una persona, nunca se sabe la persona que te puede estar mirando, ni la persona a la que le has alegrado el día con esa simple sonrisa, que es gratis y no cuesta nada.
Quizás al morir ella cuando yo tenía trece años, se me borró la sonrisa. Aunque a ratos la recuperaba, cuando me hacían reír, era inevitable. La quería muchísimo, y siempre la tendré en mi corazón.
Sin pensarlo, me venían todos estos recuerdos familiares a la cabeza... Y de repente me acordé de aquel video... ¿Lo habrá hecho por mi? Me volví a preguntar otra vez a mi misma.
Me moría de ganas por saber como estaba Charlie en ese momento, verlo. No había podido despedirme de él como hubiera querido. No éramos nada, o si pero no lo sabíamos ni éramos conscientes de ello. Hubiera querido mirarle a los ojos y darle las gracias por todo. Ahora si acaso solo podría escuchar su voz. Su dulce voz.
Pensé para mí en llamarlo, pero quizás era mejor recibir primero noticias de las chicas que me habían prometido llamarme.
Me serví la leche, y di un bocado a una galleta. Estaba deliciosa. Acabé prontísimo de desayunar, y me apeteció ver la televisión. Me senté en aquel enorme y blando sofá tan apetecible, tomé el mando y apreté el botón corrpespondiente al canal cinco. Nada. Iba pasando de canal y nada. Nada interesante. Miré hacia el reloj grande de la cocina. Las once. Suspiré, y me quedé pensando en qué haría hasta que llegaran mis padres.



miércoles, 24 de junio de 2009

Capitulo 2

Quizás lo hizo por mi...





Había ensalada de frutas y pescado, urrg. Normalmente no me solía quejar de la comida, pero en Nueva jersey valía la pena quejarse. Yo estaba concentrada mirando mi plato, sin probar bocado.
Mis padres no paraban de mirarme y mirarse el uno al otro. Lo había notado y quizás lo presentía.
- Sarah...¿No vas a comer nada? - dijo mi padre intentando romper el hielo y supongo que queriendo entablar conversación con su extraña hija.
- ¿Que? No quiero... - respondí resentida por todo lo que había ocurrido. Lo miré con una mirada que decía que no me volviera a hablar más. Pero después de que bajara la cabeza, siguió preguntando.
- ¿Por qué? ¿No te gusta?
- ¡No! - respondí con voz alterada - ¡Nada me gusta! No me gusta todo esto... Me estas haciendo daño Jon. Nunca lo había llamado por su nombre. Pero no podía llamarle papá después de todo lo que había hecho.
- Tu sabes que lo tenía que hacer, lo tengo que hacer para mantenerlas a ustedes. ¿Crees que el dinero crece de los árboles? A mi tampoco me gusta mudarme a cada rato, pero me sacrifico, sobretodo por ti.
Surgió un silencio. No era capaz de responderle. El tenia razón. Sin embargo seguía enfadada, porque fuere como fuere, él seguía siendo la causa de todo esto.
Di un golpe en la mesa, mi madre se sobresaltó. No había pronunciado ni una palabra durante la cena. Después subí todo aquel montón de escaleras tan rápido como pude, me eché en la cama y comencé a llorar.
Nunca había llorado tanto, era un llanto llenó de rabia, melancolía y nostalgia por Detroit.
De repente, sonó mi móvil. Sin darme cuenta había pasado una hora llorando en mi cuarto y se me había ido volando.
Era un videomensaje de Susan, mi ya nombrada amiga junto con Isabelle y Alice.
- ¡Sarah! ¿Como estas? Te extrañamos mucho las tres, y todo el insti. Ha sido como una revolución después de que te has ido, tenemos tantas cosas que contarte. A Charlie le pidió salir Sharon, pero la rechazó. ¿Te lo puedes creer? Seguro que lo hizo por ti. Bueno ya te llamaremos este fin de semana para contarte como va todo por aqui. Esperamos tu respuesta. ¡Adios! - gritaron todas despidiendose.
Aquel mensaje me llegó al alma, no sabía que pensar en aquel momento, pero sin darme cuenta surgió una sonrisa en medio de mi empapado rostro que no había parado de llorar.
Ellas me apoyaban, me extrañaban y no me iban a olvidar. En el fondo lo sabía.
Sin embargo no podía dejar de pensar en lo de Charlie y en esa frase "seguro que lo hizo por ti".
Me parecía extraño, Sharon era una chica guapisima, y solía tener éxito en el insti (sobretodo con los chicos).
Acostada en la cama de mi habitación, me quedé pensando en todo lo que había vivido ese día.
No sabía lo que iba a hacer con "Jon", pero lo que más me importaba en aquel momento era aquel video...
Cerré los ojos, no se escuchaba ningún ruido, bueno...Solo mis pensamientos.

lunes, 22 de junio de 2009

Capitulo 1 Parte 2

Hola, Nueva Jersey.



Mientras el coche se alejaba, miraba todas esas calles en las que había pasado tan buenos momentos, me venía tantos recuerdos a la cabeza en ese instante. Me sentía mal. Me había preguntado en muchas ocasiones a mi misma: ¿Que sería de mi vida esta vez?
Odiaba el trabajo de mi padre que lo obligaba a mudarse continuamente y lo odiaba a él también.
Quien sabe, a lo mejor el próximo año me voy para Tumbuktú, y Nueva Jersey será agua pasada.
Llegamos. Las casas eran las típicas americanas, con un estilo parecido a las británicas, en Detroit solo habían edificios... Todas eran del mismo color, y se disponían sucesivamente por la misma calle, una detrás de otra.
En aquel momento hubiera deseado morirme, y puede que quizás sea una exagerada. Pero es así.
Como me temía. Mi cuarto no era más grande que el de Detroit. Qué digo más grande, aquello era de todo menos grande y bonito. Una habitación de 9 metros cuadrados, 3x3 para ser exactos.
Me senté en aquel suelo llamado parqué, pensando solamente en que es lo que iba a hacer con aquellas cuatro paredes.
- ¡Sarah! - gritó mi madre - Baja a ayudarnos, ya llegó la mudanza.
- ¡Si, enseguida! - respondí - sin ninguna intención de bajar.
Miré por aquellas ventanas sucias y llenas de tierra, y allí estaba el camión.
Cajas, cajas, cajas, y más cajas. Sabría cuales eran las mías de haber hecho tantas mudanzas en mi vida. Pero, ¿por cuál empezar? Abrí la caja donde guardé todos mis recuerdos de Detroit. En él había un montón de álbumes, llenos de fotografías. Mis amigas en mi cumpleaños, recuerdo que me llenaron toda la cara de nata, estaba deliciosa. Y aquel chico tan mono, de ojos color miel claros que siempre me miraba como si quisiese decirme algo. Me trataba tan bien. Y esa rosa que me regaló que después plastifiqué.
- Charlie... Siempre te recordaré - dije en voz alta como una chica estúpidamente enamorada.
Intenté decorar aquel cuarto con todos aquellos recuerdos, para que cada vez que entrara me transportaran a Detroit. Escuché el sonido de la puerta.

- Sarah, cariño. Tu madre ha preparado la cena, baja antes de que se enfríe la sopa.
- Si, papá - susurré - ¿me habrá escuchado?





domingo, 21 de junio de 2009

Capítulo 1

Adios Detroit


Como me temía, era la hora. Mi padre ya estaba en el coche, con el cigarro en una mano, y la otra sujetando el volante. Yo miraba desde la ventana del que había sido mi cuarto durante estos dos años, desde allí había observado tantas cosas. La mujer del kiosko que habría todos los días, el hombre que vende lotería y aquel "barullo" de gente que salía a hacer sus cosas.
Sentada en la cama, con mi maleta preparada. Miraba mi habitación, preguntándome si alguna vez volvería a tener un cuarto como aquel. Grande, bonito, alegre, con colores vivos. El azul y el rosado para ser exactos.
En ese momento sentía que de todas las mudanzas que había hecho en mi vida, este era mi sitio.
Mis amigas, las quiero tanto. Ya no nos haríamos fotos con caras raras, ni pasaríamos aquellos momentos contando tonterías o emocionandonos por cualquier cosa. Las iba a echar de menos.
- ¿ya estas lista? - dijo mi madre
- Sí - respondía cabizbaja sin ni siquiera mirarla
- ¿Seguro que no te olvidas de nada? - como ella preguntaba de costumbre
- No, mama
- Bien, te esperamos abajo. No tardes.
Era la despedida, me dispuse, cogí mi maleta y me puse en marcha. Un momento.
- ¿Que es eso? - me pregunté - Es el osito de peluche que me había regalado Susan, era tan especial para mí. Quizás eso me daría fuerzas, ahora sí estaba preparada.
Bajé las escaleras muy lentamente, intentado memorizar aquel lugar familiar.
Abrí la puerta del maletero, coloqué mis pertenencias.
Y allí estaba yo, sentada en aquel jeep negro con destino Nueva Jersey.
Quizás esperando que mi nuevo cuarto sea aún más grande .